primera semana

Una semana después de mi llegada a la capital méxicana, empiezo a asentarme en la ciudad. He conseguido una habitación en Condesa, el barrio más cool de DF,  y aunque todavía no conozco mucho a mis roommies, comparto casa con una oficinista alemana, un arquitecto tailandés vegano, una méxicana campeona de una variante del rodeo, y la dueña de la casa que es colombiana. Tenemos una terraza estupenda y el sol entra por mi ventana (que es ésta) dándome los buenos días.

Pero no todo son alegrías. Al saber que venía aquí, todo el mundo acompañaba su felicitación con un "ten mucho cuidado". En esos momentos yo notaba el miedo en el brillo de sus ojos pero me hacía el valiente para no asustar a la gente. Ahora que estoy a nueve mil kilometros y ya no le importo a nadie, confieso que tenían razón. México DF es una jungla y el peligro acecha en todas las esquinas. Sirva de ejemplo la historia de esta pobre paloma que tuvo la mala suerte de tropezar con los narcos el otro día. Cometió el error de preguntarle la hora a uno de los cabecillas del narcotráfico mexicano y acabó como podéis ver:

Brutal. Hasta parece irónico que se lo hagan al símbolo de la paz, ¿no? Yo personalmente intentaré no moverme mucho de la zona segura. Todo momento que pase fuera del área se considera áltamente peligroso y cruzar los límites supone adentrarte en una ciudad sin ley, todo bajo tu propia responsabilidad. Esta zona segura comprende las cuatro baldosas que veis a continuación:

Deseadme suerte.