miércoles, noviembre 25, 2009

por delante y por detrás (del micrófono)

Viví mi primera experiencia delante de un micrófono a los 9 años. Fue en un programa de Euskadi Irratia donde participé como tertuliano durante un par de veranos. Un grupo de tiernos chavales de mejillas rosadas y mirada inocente éramos interrogados sobre temas de actualidad. ¿Qué opináis sobre el lehendakari? Pues es un señor con traje que habla mucho y dice mi aita que se va a quedar sin pelo como él y es el que firmó el pacto de Ajuria Enea del 88 persiguiendo la ilegalización de Batasuna.

Aunque lo hacía sin querer, allí fue donde le pillé el gusto a eso de decir gilipolleces por la radio, así que unos años más tarde me metí de cabeza al proyecto de crear un programa semanal que se emitiría en la megafonía de mi ikastola. Durante tres o cuatro años taladré el oído de mis compañeros a base de gritos ininteligibles y el fader a tope. Nadie entendía lo que decíamos ni distinguía la música que estaba puesta pero todos esperaban la hora del programa, que interrumpía bruscamente la clase durante un cuarto de hora.

No he vuelto a hablar a través de las ondas, salvo en un par de ocasiones como colaborador en el programa Etxea Leihotik de Irola Irratia, pero mis experiencias como actor y el comienzo del dominio de la voz (aún muy mejorable) me llevaron a probar suerte en el mundo del doblaje. A finales del año pasado hice un curso en Binahi y me dieron un papel importante en la versión euskaldun de Avatar: The last airbender. Es una serie americana de muy buena calidad y de estilo manga que trata sobre la eterna lucha entre el bien y el mal. Supuestamente está hecha para preadolescentes, pero conozco gente mayor que yo que se ha visto la serie entera. Frikis, sí. Por cierto, Shyamalan acaba de dirigir la versión cinematográfica, ahora está en post-producción y se estrenará el año que viene.

En la serie, yo interpreté al personaje de Zuko y fue muy muy divertido, aunque muy duro también. Empecé fatal y con la presión no mejoré hasta los últimos capítulos. Los directores decidieron que el resultado general no era el adecuado y no me volverán a llamar hasta que no progrese. Que alguién me explique cómo mejoro sin trabajar.

El caso es que fue una experiencia muy curiosa trabajar como actor de doblaje en euskera después de haber pasado años exigiendo más variedad de voces. Muchas conversaciones sobre Dragoi Bola desembocaban en el tema y no son pocas personas las que me decían: "¿Pero no son sólo tres o cuatro los que doblan al euskera?" Ahora puedo afirmar que no, son algunos más.

Y cuando pensaba que conocía muchas facetas y posturas alrededor de un micrófono, ¡pam! algo nuevo se presenta. La semana pasada tuve la oportunidad de ir a la grabación de una cuña publicitaria que ideé con mi compañero de prácticas en la agencia. En mi corta etapa de doblador grabé una cuña para radio, pero tuve la inmensa suerte de que el cliente no estuvo mientras sudaba frente al micro. En cambio, esta vez estábamos nosotros para darle las instrucciones a la actriz. Y puedo asegurar que no fue fácil. Su aportación fue inmejorable, pero veníamos con una idea que no cuajó del todo en el medio. No es lo mismo una gráfica que puedes ver y no te hace falta oir, que una cuña que debe recrearte una imágen sólo con lo que oyes. Está claro que los seres humanos trabajamos ante todo como observadores.


Pero eso no quita que la voz y la música sean unas herramientas acojonantes para evocar sensaciones. Si tengo la oportunidad, volveré a coger el micro: sea por delante, por detrás, sobre la mesa de la cocina, o en los matorrales de un parque.

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